lunes, 9 de octubre de 2017

Semipresidencialismo: el caso francés

Francia es un estado cuyo estudio consideramos prioritario en parte por ser el ejemplo de semipresidencialismo más claro y cercano a nosotros política como culturalmente. Pero para ello es necesario explicar, a través de su historia moderna, todo el proceso en el que se instaura, las razones por las que lo hace de determinada manera, etcétera… en el país.

Francia es un país de tradición republicana, de ahí que previamente a la quinta hayan existido regímenes políticos bajo una consigna republicana que se consolidó –con sus más y sus menos– a raíz de la revolución burguesa de 1789. Los referentes más cercanos a la república actual son las dos anteriores: la tercera y la cuarta, caracterizadas ambas por la poca fuerza del ejecutivo.

El 4 de septiembre de 1870 se proclamaba la III República francesa y, al año siguiente, salía M. Thiers como el jefe del poder ejecutivo –quién uno de los responsables de la guerra franco-prusiana, de la capitulación francesa y de la represión contra la comuna de París–. En 1875 se aprueba la constitución que regirá el país por más de veinte años y aparece por primera vez la ley que obliga, en materia electoral, a presentarse a una segunda vuelta en caso de no haber obtenido mayoría en la primera vuelta.

Por aquel entonces había en la política una gran animadversión hacia el ejecutivo y sus excesos de poder. Y razones había para desconfiar; después de una monarquía, un consulado y dos imperios que daban fin a un periodo de vida política democrática. Es en la tercera república donde se asientan las ideas de soberanía, derecho y obligación de limitar la actividad del jefe del estado y alzarse en contra de cualquier tipo de abuso por su parte.

El gobierno de la tercera república fue tambaleando ya que ningún grupo parlamentario conseguía mayorías y no había disciplina alguna de partidos. Hubo ciertas polémicas de antisemitismo como el caso Dreyfus o crisis económicas como la del 29 que provocaron momentos tensos y de ruptura en el sistema francés. Sin embargo, no es hasta la II Guerra Mundial que cae debido a la capitulación de la clase dirigente y una sociedad ideológicamente dividida e incapaz de hacer frente a la máquina de guerra alemana.

Entre 1940 y 1944, la zona de Francia es gobernada de forma dictatorial por el mariscal Petain, quién disolvió el parlamento después de que un gran nombre de diputados se manifestara en contra de su nombramiento como jefe del Estado Francés. Fue un régimen breve que culmina casi al mismo tiempo que la segunda guerra mundial.

Finalizada la guerra se creó un marco receptivo para una nueva república y una nueva constitución que vería la luz en 1946, sin embargo duró vigente poco tiempo debido a que fue incapaz de superar los obstáculos con los que se enfrentó su predecesora. Este obstáculo consistía en una enorme fragmentación política, una escasa disciplina política que se concretaban en una enorme oposición parlamentaria al presidente; el cual no pudo hacer nada por solventar la situación tras haber disuelto el parlamento y haber convocado nuevas elecciones.

Tanto la III como la IV República propiciaron una enorme subordinación del Ejecutivo a la Asamblea Nacional de tal forma que este primero no tenía realmente unos mínimos de competencias que le pudiesen permitir hacer un trabajo de dirección política autónomo y sin necesidad de consultar cualquier decisión con el legislativo. El conflicto entre los poderes creaba una fuerte inestabilidad en el sistema, haciendo que el puesto de Jefe de Estado fuese superfluo y que la Asamblea Nacional terminase (según Sartori) solapando sobre ella ambos poderes.

Incluso se llegó a considerar la cuarta como un sistema de partidos donde predominaba el multipartidismo, la supremacía del legislativo y la inestabilidad gubernamental (que recordemos que de ello se comentó un par de páginas más arriba). Por otro lado, el Presidente perdió la capacidad de designar al primer ministro. El paulatino debilitamiento del Ejecutivo derivó, entre otras cosas, a la muerte del sistema cuando se presentase el problema argelino.
La crisis de la IV República llevó a pensar a mucha gente en la necesidad de un ejecutivo fuerte. Esto se hizo realidad con la nueva constitución de 1958 que, al reforzar el papel del Presidente y el Jefe de Gobierno, disminuía la fuerza del Parlamento. 

Pero pese a que el sistema era de tónica parlamentaria a comienzos de la V República, y empezaban a coger forma aspectos del semipresidencialismo:

El presidente se convertía  en el árbitro del sistema del gobierno y el garante de su continuidad. El Primer Ministro quedaría a cargo de la asignación de los recursos estatales y de su distribución al conjunto de la población. El legislativo sería dual, parlamento y senado; el primero elegido por voto directo y el segundo por voto indirecto. Finalmente estaría el poder judicial, el cual se dejó a cargo del Consejo constitucional, las Altas Cortes de Justicia y el Consejo económico y social.

La constitución, por otra parte, reconoce las siguientes facultades y oblicacionesal Presidente:

•El presidente es electo por voto popular y directo por la sociedad –tras la reforma constitucional de 1962–. Tiene la obligación de vigilar el cumplimiento de la constitución y de actuar como árbitro para el funcionamiento de las autoridades públicas garantizando la continuidad del Estado (Art. 5).

•Los presidentes son elegidos cada siete años –ahora son 5– si algún candidato obtiene mayoría. De no haberla se haría una segunda vuelta en la que participarían los candidatos más votados en la primera. En caso de que la figura del presidente estuviera vacía, es la figura del presidente del Senado quién asumiría temporalmente la responsabilidad. El Presidente elige al Primer Ministro y a su gabinete del gobierno a recomendación de éste aunque tiene capacidad de declinar la propuesta (Art. 8).

•Promulga leyes aprobadas en el gobierno (Art 10).

•El Presidente está facultado para someter a referéndum decisiones que tienen a ver con la organización de las autoridades públicas o con la rectificación de un tratado constitucional (Art. 11).

•Facultado para disolver la Asamblea Nacional si previamente lo consulta con el Primer Ministro y los presidentes de la Asamblea. Tras las nuevas elecciones, tendrá que esperar un mínimo de un año para volver a disolverla (Art. 12).

•Es el jefe de las fuerzas armadas, tiene la capacidad de acreditar embajadores y en casos de emergencia gozar de mayores poderes. Aunque para hacer esto necesite, en el semipresidencialismo, consultarlo con el Primer ministro, los presidentes de las asambleas y el Consejo Constitucional (Art. 16).
•Encargado de signar y ratificar acuerdos y tratados de carácter internacional (Art. 52).

Aun ejerciendo de árbitro, el significado real del cargo –en la práctica– ha dependido de la persona que ocupe el cargo. Por ejemplo, con de Gaulle, el liderazgo político era fuerte y todo primer ministro se veía eclipsado hasta la llegada de Pompidou.

Ante la falta de apoyos parlamentarios, hay diferentes herramientas que el Presidente puede ejercer: 1) la ya comentada disolución del parlamento, pero que en caso de no verse solucionado el problema debería declinar a favor del parlamento y 2) Junto el anterior presidente, integrar un gobierno con diferentes figuras de los partidos más votados y que las cámaras legislativas estuvieran de acuerdo.

El sistema presentado cumple los requisitos básicos para poder afirmar que posee los mecanismos para poder solucionar dificultades que el sistema presidencial y el parlamentario serían incapaces. Esto se ve en los diferentes casos de cohabitación en los que la mayoría presidencial no era la misma que componía la Asamblea Nacional. Un ejemplo claro e 1986 en el que la jefatura del Estado recayó sobre el Partido Socialista y la jefatura del gobierno (con mayoría parlamentaria) en una coalición de derechas en la que la bicefalía del ejecutivo siguió funcionando como cabeza política, cada una de las jefaturas en competencias propias pero sin paralizarse.

El sistema semipresidencial francés solucionó la falta de cohesión que los partidos venían arrastrando desde la III República mediante la posibilidad de que un presidente fuera electo sin la mayoría parlamentaria, además que lo de la segunda vuelta forzó a los participantes a rapiñar por mayor apoyo y unidad política. Además que para los no participantes, también resultaría estratégico situarse al lado o formar coaliciones con quién parece que va a ser el vencedor porque facilitaría una participación gubernamental.

Al mismo tiempo, el favorable reagrupamiento de los partidos a traído como consecuencia una menor fuerza de estos dentro del sistema, confundiéndose sus metas y camuflándose sus diferencias. Esto, grosso modo, ha favorecido la figura del Presidente.
La V República de Francia ha superado a sus antecesoras y, aun sin haberse tenido que enfrentar a una crisis de las dimensiones de la III o IV, en el texto constitucional queda bastante claro la multiplicidad de herramientas y capacidades que disponen las diferentes instituciones (y sobre todo el presidente) para poder mantener la estabilidad en el sistema y superar el dilema de control y eficiencia que en muchos otros países no se ha solucionado.

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